Los costes de una estufa u otra varían en gran medida. Ello se debe a factores como la calidad, la terminación de los materiales, el tamaño y los populares “extras”, que hacen que el precio que aparece inicialmente no sea el final. De este modo, los costes asociados de este tipo de productos pueden suponer un ahorro al principio, o bien, más a medio o largo plazo.
El primero de todos los costes es el precio de compra, para el que se requiere de un buen conocimiento del producto. Luego están los denominados costes iniciales, que pueden oscilar en varios cientos de euros según los modelos, y que están relacionados con la calidad de los materiales, el tamaño, las terminaciones o lo sofisticado del producto. Así mismo pueden incluirse el envío y la instalación.
Respecto a esto último es un gasto a asumir al principio, pero tiene muchas implicaciones a largo plazo. Es aconsejable revisar periódicamente la chimenea para comprobar que funciona a un rendimiento óptimo. Este gesto requiere de una inversión, pero si se deja el resultado a medio-largo plazo puede ser mucho peor.
Entre los relativos a medio y largo plazo destaca el combustible, que puede incidir de manera importante en el coste inicial. Y es que las estufas de alta gama utilizan hasta un tercio menos de leña que una estufa básica o no certificada, ofreciendo la misma cantidad de calor. Por eso, desde Hergóm hacemos tanto hincapié en el rendimiento, ya que se traduce en importantes ahorros de combustible.
Otro de los costes de este último grupo es la durabilidad, y en la que intervienen aspectos como el empleo de materiales baratos en su construcción o una incorrecta instalación. Si la estufa es de hierro fundido y piedra puede durar virtualmente “para siempre”. En el caso de que además se incluya un quemador catalítico para aumentar su rendimiento, Hergóm aconseja ser repuesto aproximadamente cada cuatro años.